Transculturación selectiva
Siempre que queramos
referirnos a las creencias y demás categorías del ser humano en todo su
recorrido por la historia de su vida en el planeta, debemos tomar como
referente principal la hermosa ciencia de la Antropología, porque la misma nos
explica qué es el hombre. Dentro su amplio campo de estudio, encontramos el término
“transculturación”, el cual se generó a
partir del año 1940 y fue ideado por Fernando Ortiz (en Contrapunteo cubano del tabaco y el azúcar),
del artículo Nuestra América de José
Martí. El diccionario de la Real Academia Española,
define este vocablo como la «recepción por un pueblo o grupo social de formas
de cultura procedentes de otro, que sustituyen de un modo más o menos completo
a las propias».
La
transculturación, entonces, trae consigo cambios en la historia de una sociedad
determinada, los cuales pueden ser “buenos”, como el que se produjo en la
transición de la sociedad agraria que evolucionó hacia la cultura de la
sociedad industrial. Al respecto, dice el analista Irving Vladimir Aguilar
Saravia: “uno de los principales
impulsores de la transculturización es la globalización, que ha abierto las
fronteras para el libre mercado entre países con lo que el fenómeno anterior se
ha expandido de manera muy rápida”.
Sin embrago,
la otra cara de la transculturación, nos da a entender que no es un proceso
fácil, e incluso, hasta podría llegar a ser frustrante y doloroso en muchas
ocasiones. Tal es el caso de imperios (romano), reinos (español, portugués,
etc.) y naciones (Alemania, Estados Unidos, entre otros) poderosos que han
invadido sus similares en diferentes periodos históricos, atendiendo al hecho
de que estos últimos son más débiles (económica, política, intelectual o
religiosamente), perdiendo estas últimas muchos rasgos característicos propios.
Si observamos detenidamente, las culturas
extranjeras se han adueñado del estilo de vida de muchas personas, en especial
de sus tradiciones y de eso no se escapa la República Dominicana. Para nadie es
un secreto que nuestro país desde sus inicios en la época colonial, los
habitantes de esta parte de la Hispaniola fueron absorbidos por los españoles y
su cultura, a tal punto que la moda, sistema político, económico, jurídico,
forma de hablar y de pensar, religión, gastronomía era lo que imperaba, lo cual
es lo más lógico y, además constituyen parte de los rasgos que combinados con
las culturas taina y africana, construyeron la cultura dominicana como la
conocemos hasta la actualidad.
De hecho, a
través de la historia podemos constatar que, de los primeros movimientos independentistas,
la mayor parte tenían como principal objetivo adherirnos a aquella potencia
europea que por siglos saqueó tesoros, depredó bosques, violó y cometió
innumerables abusos de lesa humanidad contra los aborígenes (sucesos narrados
por Fray Bartolomé de Las Casas, en sus extensos escritos sobre la realidad
vivida durante el periodo que fungió como defensor de los indios).
Posteriormente, esto se evidenció con todo lo perpetrado por Pedro Santa, una
vez logramos la Independencia Nacional.
No obstante, una
vez concluida la etapa colonial, Latinoamérica se vio asediada por la
injerencia anglosajona, la cual nos vendió el sueño de ser el “protector” de
los países que forman parte de su patio fronterizo, ante la inminente expansión
que había tenido el Comunismo, hasta entonces. Tan eficiente fue el uso de la
propaganda (explicada por Lasswell a través de la Aguja Hipodérmica) en contra
del sistema económico-social-político opuesto al Capitalismo, que hasta nos
costó el derrocamiento del presidente Juan Bosch y con él, la conclusión del
gobierno más democrático que hayamos tenido.
Partiendo de
este hecho, hay otras tantas cosas que los americanos y otras culturas nos han
inculcado, pero aparentemente resultan invisibles a nuestros ojos, creemos que
por tratarse de potencias superiores a la nuestra o simplemente porque son
“blancos” o “gringos”, como popularmente les llamamos. De los ejemplos que
podemos citar, está la música urbana, que con sus antivalores incluidos, no ha
hecho más que fomentar en la juventud el desenfreno y motivación por adquirir
dinero fácil a toda costa. A propósito de antivalores, ¿alguien se ha
preguntado de cuales nacionalidades son los extranjeros que se establecen en el
país para traficar drogas, los que vienen a tratar blancas y prostituir menores
de edad?
Continuando
con el sondeo, le podemos agregar que en la República Dominicana se celebran
sin queja, ni discriminación festividades foráneas como Halloween, Thanksgiving
Day, Black Friday e incluso, en algunos colegios privados, se han implementado
actividades recreativas tomando como temática la Pascua, en la que estudiantes recolectan
huevos, para celebrar dicha conmemoración como se hace en otros lugares; pero,
a nuestro entender, la peor parte de todo esto se lo lleva el prócer, padre y
mártir de la Patria Francisco del Rosario Sánchez, a quien, desafortunadamente,
recordamos su fusilamiento el mismo día que la Independencia de los Estados
Unidos y, este evento pasa desapercibido, por la mayoría de los
dominicanos.
Tal ha sido la
absorción que, en el diario vivir son muchas las palabras del idioma español
que han sido sustituidas por sus iguales en la lengua ya mencionada, al hablar
(happy birthday, ranking, link, prime time, fake news, CEO, coach, gamer,
delivery, online, reality show, mood, commity manager, post, follower, staff,
entre otras).
Así también, a
la hora de vender ciertos bienes y productos, empresas y establecimientos
comerciales, publican los precios de estos en dólares y no en pesos.
Continuando en este plano, hemos sido testigos de empresas extranjeras, que más
allá de no pagar impuestos al Estado, explotan y maltratan a los ciudadanos
dominicanos, a quienes no pagan un sueldo que remunere sus horas de trabajo.
Probablemente,
existan muchas más cosas que hemos obviado, ya sea por no extendernos o de
plano, hemos olvidado. Pero, lo que sí es algo digno de mencionar es el hecho
de que, en la actualidad, una gran parte de nosotros está distraída,
prestándole atención a la invasión, ocupación de los puestos de trabajo y las
manifestaciones culturales de un solo país. Mientras qué, desde hace mucho el
sistema educativo, político, económico están siendo manejados por agendas de
naciones que no solo nos quieren dar a conocer parte de ellos, sino imponernos
su forma de pensar.
Tampoco
debemos ser mezquinos y doble moral, pues como dejamos ver al inicio de esta
edición, la transculturación también tiene su parte positiva y gracias a las
potencias antes mencionadas, también hemos podido tener acceso a ciertas
tecnologías (en las áreas de la comunicación, salud, etc.,) las cuales debemos
seguir usando para adquirir más conocimientos, afianzar los que tenemos,
defender los derechos que constitucionalmente se nos han otorgado y claro,
promover a través de ellas cosas que los demás podrían aprender de nosotros,
sin importar que nos consideren tercermundistas, pero más que nada, aquellas
que nos hace diferentes y únicos, respecto a los otros millones de habitantes
que viven en la Tierra.
Entendemos que
en Quisqueya, se deben crear las condiciones para que todo aquel que quiera
vivir, invertir o solo estar de paso, lo haga sintiéndose acogido con el calor
humano que nos caracteriza, pero más que nada bajo el respeto de la
Constitución, símbolos patrios, la gente y, cumpliendo con las exigencias que
rigen leyes migratorias, es decir, que no sean selectivas y se apliquen de
igual forma que se les aplican a cada dominicano, una vez decide conocer otras
fronteras.
Asimismo, crear las bases para que, desde cada órgano institucional, principalmente el Ministerios de Educación y Cultura, y muy de la mano con la crianza en valores dentro de la familia, se promueva y fortalezca la identidad dominicana, porque como también expresó Aguilar Saravia: «Toda cultura que no tiene una fuerte base no perdura para siempre». Siendo así, ¿qué tanto falta para que la nuestra desaparezca?
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